Isabel Flores de Oliva se convirtió en la primera persona nacida en América que fue declarada oficialmente santa. Hasta la canonización de Santa Rosa, los santos provenían sobre todo de Europa, pero también del Medio Oriente y de África.
El feriado que celebramos hoy no proviene de una decisión del Congreso, como otros que han sido establecidos recientemente por ley. La notoriedad de Santa Rosa provino de un movimiento espontáneo de sus contemporáneos, que reconocían en ella virtudes raras en la Lima del siglo XVII, así como en la de hoy: el desprendimiento, la contemplación y la dedicación a los más humildes.
No fue ni una teóloga ni una autoridad, simplemente una joven mujer que vivió con su familia en nuestra ciudad y parcialmente en Quives, valle del Chillón, en las alturas de lo que hoy es Carabayllo. Murió a los treinta y un años, aparentemente de tuberculosis, en casa de una familia que la acogió. Rápidamente se formó una causa para postular ante el Vaticano su canonización, lo que se concretó en 1671.
Isabel Flores de Oliva se convirtió en la primera persona nacida en América que fue declarada oficialmente santa. Su contemporáneo, San Martín de Porres, obtuvo ese reconocimiento tres siglos más tarde.
Hasta la canonización de Santa Rosa, los santos provenían sobre todo de Europa, pero también del Medio Oriente, como San Nestabé de Gaza y de África, como San Agustín. El papa Clemente X la declaró también Patrona de América y de Filipinas, lo que favoreció que su devoción se difundiera en todo el mundo, hasta convertirse en la peruana con mayor notoriedad global.
En el Perú, es Patrona de la Policía Nacional, que celebra cada 30 de agosto el Día de la Virtud Policial. Desde el siglo XVII Santa Rosa ha sido objeto de una devoción que no ha disminuido con el paso del tiempo.
Se conserva una ermita a la que acudía para rezar y cerca de ella un pozo, en el que sus devotos depositan cartas con solicitudes o agradecimientos, aunque actualmente ese trámite puede hacerse también vía digital. Para los creyentes, Santa Rosa es un ejemplo de una vida encaminada al cielo. Para los no creyentes, la prueba de que es posible resistir a las frivolidades y vivir de acuerdo a una convicción más grande que las ambiciones personales.
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